Este relato
es una aportación para el concurso del Círculo de Escritores. La carta de la
madre está escrita por mí y, la respuesta del hijo, por Héctor Fariña.
CARTA DE UNA
MADRE
Querido
hijo:
Solo unas
palabras para darte las gracias por tu deseo de hacerme inmortal. Y conocida en
todo el mundo.
Famosa.
Aunque ahora
sé que hubiera preferido mantenerme en el anonimato.
Siempre supe
que tú pasarías a la historia. Qué harías algo tan grande que la humanidad te
recordaría por y para siempre.
Bien sabe
Dios que mi deseo era que fueras médico, pero tu padre te alentó a que
siguieras la carrera militar. Y la seguiste. Con éxito. Tu férrea disciplina
unida a tu patriotismo te convirtieron en lo que llegaste a ser: un piloto
famoso. Realizaste varias misiones sobre la Alemania nazi, logrando traer
siempre de regreso a casa a tus bombarderos ametrallados por el enemigo.
Después: la
gloria. Paul, el héroe nacional que con una sola intervención habías acelerado
el fin de la lucha en el Pacífico, salvando de una muerte segura a miles de
marines.
Pero toda
esa buena reputación cambió de curso cuando el mundo conoció lo que había
sucedido en realidad.
Una mañana
de agosto, el pequeño chico salió del vientre de ese avión que habías bautizado
con mi nombre. Y el cielo se desplomó en aquella población aplastando a sus
habitantes. Las cifras de esos muertos estallaron en la conciencia de los
norteamericanos.
También en
la mía.
¡Qué
contradictorio! Yo deseaba que salvaras vidas y tú de un plumazo aniquilaste
cientos de ellas. Miles. “Little Boy” cumplió bien tus órdenes. Era pequeño,
pero mortífero.
Sí, Paul,
has pasado a la historia. Pero yo no estoy orgullosa de ti. Tampoco de haber
pasado contigo. Siempre unidos. Siempre maldecidos.
Si pudiera
pedir un deseo rogaría no ser famosa. Si alguien me dijera que me
gustaría borrar de mi vida sería tachar mi nombre de la memoria de los hombres,
siempre asociado a esa máquina infernal. Si me dieras a elegir una sola palabra
me quedo con la paz: de vida, de mente, de espíritu.
La que tú me
quitaste.
Tu madre.
Enola Gay
Esto es lo
que el coronel Tibbets respondió a Enola Gay Tibbets.
Querida madre:
Todos los
que se hicieron cruces llamándome asesino con palabras veladas solo son unos
hipócritas. Unos cobardes que sentados cómodamente detrás de su escritorio
frente a su máquina de escribir buscan nuevos enemigos. Nuevos motivos para
odiar.
Patriotas de
pacotilla.
Sé, que
muchos hubieran querido estar en mi lugar, haber dado la orden de apretar ese
botón. Más de los que te imaginas. Muchos más de los que dicen que maté, pero
ni siquiera se atreven a comentarlo. A decirlo.
¿O es que tú no te sentiste orgullosa de mí? De tu hijo: el héroe. El que de un plumazo había terminado la guerra.
¿Qué pensabas que había lanzado sobre ellos?
Qué fácil es
condenar desde casa. Lejos. A salvo. Sin ver los cuerpos mutilados de tus
amigos. Sin sentir el olor de su sangre y de su mierda. Sin escuchar sus gritos
ni verlos llorar frente a la foto de alguien a quien no volverían a ver.
¿Sabes,
madre? Todavía recuerdo cada detalle de ese vuelo. El frío de la altitud y el
sudor del miedo. La lentitud del reloj. El silencio de la tripulación y luego,
sus gritos de alegría y sorpresa mezclados con insultos hacia los que estaban
debajo de ese hongo majestuoso que no paraba de crecer pintado de grises, rojos
y naranjas.
El placer
que nacía en mis entrañas.
Y sí, madre,
lo volvería a hacer. Y volvería a ponerle tu nombre.
Porque te
amo.
Tu hijo,
Paul Tibbets.
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