sábado, 16 de diciembre de 2017

La izquierda se muere... ¿A dónde iré?



Soy española porque he nacido en España. Punto. Podía ser francesa, uruguaya o congoleña, pero no. Soy española. Y orgullosa de serlo, además.
Pero no, no soy facha ni fascista.
Soy de izquierdas.
De esa izquierda que considera que todos somos iguales, de la izquierda que respeta a sus semejantes. De la izquierda que cree en la libertad del individuo.
Aunque la izquierda ya ha dejado de representarme. Porque la izquierda ha matado a un hombre en mi ciudad. Una ciudad de paz, de acogida, que ahora es gobernada por una izquierda más cercana al Caudillo - ese que ellos se empeñan en resucitar una y otra vez- que a una izquierda tolerante y solidaria.
Y qué ante el asesinato de Víctor se han callado.
Un niñato de oreja perforada ha manchado las calles de mi ciudad, en esa zona a la que siempre voy cuando regreso a Zaragoza, al lado del bar de "la Asun", mi lugar preferido para ir a tapear y a sentirme como en casa.
Víctor, que irónicamente era catalán, ha muerto por ser español. ¿Qué otra cosa se puede ser cuando se nace en España? ¿Inglés? ¿Vietnamita? ¿Marciano?
No, cuando se nace en España se es español.
Y cuando no se respeta al otro entonces se es facha, fascista. De derechas o de izquierdas.
Asesino.
Descansa en paz, Víctor. Qué tu asesino no lo pueda hacer nunca más.
Ráfagas al cielo desde Galicia.
Susana.

martes, 5 de diciembre de 2017

La Zorra




No hace mucho, no muy lejos... (Frase tomada de la exposición de Auschwitz en Madrid)



Querida Ángela:
Me permito escribirle estas líneas ya que usted, a pesar de ser mi carcelera, ha sido lo más parecido a una amiga que he tenido en este lugar. No quisiera que mañana, cuando encuentren mi cadáver, tuviera una idea equivocada respecto a la causa de mi muerte que no es otra que el suicidio.
Sé que usted comparte mis ideales. Lo he leído en sus ojos. Por eso no tengo duda de que me creerá cuando le diga que no me arrepiento de nada cuanto hice. Deseo el fin porque tengo el convencimiento de que nada tengo que hacer en esta vida. Ya no. Esta existencia mía se limita a breves conversaciones con usted y a contemplar como las cucarachas corretean sin temor alrededor de mi cama. Créame, no hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación.*
No se aflija, tuve una buena existencia. Sí. La mejor que podía tener la hija de un labriego. En una época en la que las mujeres no éramos nada, tuve la satisfacción de llegar a directora de campo. Y ostenté poder. Más que muchos hombres.
No pretendo aburrirla con mis evocaciones, pero siento que la nostalgia me embarga y a mi mente afloran los recuerdos de aquel periodo. ¡Cómo me gustaba confraternizar con las esposas de los oficiales! Solíamos reunirnos en el comedor para comer castañas asadas y beber vino de Madeira. Después salíamos al exterior y apoyándonos en una verja contemplábamos estupefactas los miembros viriles de los prisioneros quienes, a pesar del frio intenso, estaban desnudos para nuestro regocijo.
Perdóneme, me estoy yendo por las ramas.
Voy a pedirle dos favores. En primer lugar, hágale saber al mundo que no me ofenden cuando me llaman la “Zorra”. Es para mí un honor recibir el nombre de un animal tan bello como inteligente. Por otro lado, entréguele a mi hijo la carta que encontrará al lado de la que le escribo a usted. También siento la necesidad de despedirme de él.
Hubiera sido dichosa de haber podido obsequiarle, a modo de despedida, con algún objeto valioso para mí; pero desconozco el paradero de mi colección de lámparas hechas con piel humana. Una pena. Eran de la mejor calidad.
Reciba, en su lugar, mi amistad.

Ilse Koch

*Escribió ella misma esta frase, sin mostrar arrepentimiento alguno.

martes, 19 de septiembre de 2017

Siempre se van los buenos

Si algún politicucho de los de ahora se fijara un poquito en ti,en tu lucha, en tu trabajo por el pueblo, por mi pueblo, el mundo sería un poquito mejor.
Siete años sin ti. Aragón está, desde entonces, un poco más solo, más triste... Un beso al cielo para ti, mi querido Labordeta.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Yo elijo

—Pues yo ahora quiero ser romana.
— ¿Y eso por qué?
—Pues porque me da la gana.
—Pero si tú eres maña hasta la médula.
—Ya, pero puedo demostrar que hace como 14 siglos antes de que naciera Cristo, la ciudad donde yo nací, Zaragoza, era romana. Y lo sé porque lo veo.
— ¿Dónde?
— ¿Pues dónde va a ser?
—…
—Lo veo en su muralla, en su teatro, en las termas… Y encima sé que mi ciudad tuvo el privilegio de llamarse como su fundador: Caesaraugusta.
— ¿En serio se llamaba así?
—Sí, que lo pone en los libros de historia. Y a mí, oye, me gusta leer historia. Historia de la antigua, de la buena, de esa que está sin manipular.
—Pues casi que me has convencido. Yo he nacido en Cartagena, ¿qué me puedo pedir?

—Pues tienes bastante donde elegir…

domingo, 27 de agosto de 2017

Reflexiones de domingo

Nací en Aragón, antiguo reino  histórico de la península Ibérica, en la ciudad de Zaragoza, llamada Caesaraugusta por  los romanos  y Medina Albaida por los árabes, siendo entonces la época de mayor esplendor de la ciudad.
 Soy de izquierdas. También atea.
Ser de izquierdas no me convierte en propulsora del terrorismo. No amparo a esos que en nombre de un Dios inexistente nos están asesinando,  pero defiendo la necesidad de acoger a los refugiados.  Ahora bien, es necesario hacerles entender que el Islam no tiene cabida en Europa. Tienen que comprender que nuestros valores no son los suyos. Que recen a sus dioses, que se vistan como quieran si lo hacen libremente y mientras no oculten su rostro,  pero aquí, en Europa, no se practica la ablación, tampoco se lapida a las adúlteras o se margina a las víctimas de una violación. Por poner unos ejemplos.
Y si no les interesa, pueden irse. O no venir.
Así qué, señores de la derecha, no me acusen de los atentados por ser de izquierdas, así como yo tampoco les acuso a ustedes. Los asesinos son ellos, los terroristas. Los que matan en nombre de Dios. Porque yo como atea creo que todas las religiones son nefastas, pero así como el cristianismo ha evolucionado después de sembrar el terror, los islamistas siguen anclados en la negrura de la Edad Media, aunque por entonces, los musulmanes eran más cultos, gente capaz de convertir mi ciudad en un referente cultural.
Soy de izquierdas y creo en la unidad de España. Soy aragonesa, repito: aragonesa.  Y española. Porque Aragón está en España, no en ningún “paiso catalán”.   Hablo español porque es el idioma de mi nación y no quiero que se me imponga el catalán, porque no es mi idioma. Admiro a los que no han perdido su lengua y la utilizan, pero no a aquellos que la utilizan para separar.
Así que sí, soy de izquierdas y atea. Y condeno a los islamistas porque el Islam no es una religión de paz. Ninguna religión lo es.
Y soy española aunque sea de izquierdas. Es compatible, de verdad.


lunes, 17 de julio de 2017

La decisión

Nada más entrar en mi calle escucho la palabra: asesinato. No pienso nada, vivo en un barrio conflictivo y aunque los crímenes no son habituales tampoco tienen nada de extraño. Alguna riña de drogadictos, pienso.
Un coche de policía, una ambulancia y varios curiosos hacen la calle impracticable, pero atrapada por la curiosidad me mezclo entre el gentío con la intención de preguntar. Las palabras se me quedan trabadas en la boca cuando del portal colindante al mío veo dos enfermeros portar una camilla con un cuerpo tapado. No me hace falta verle la cara.
Sé quién es.
Un mechón de pelo rojo se ha escapado de la mortaja y como si de una llamarada se tratase el reconocimiento del cadáver me golpea el cerebro.  Solo hay una persona en el barrio que posee ese tono de cabello.  
Laura.
Laura, la niña que vi crecer  y cuya figura había comenzado a redondearse apenas un mes antes.
Recordé los gritos de Simón, mi  hijo.  Una noche, en mi casa, discutieron por el niño que venía en camino. La eterna cuestión: ella quería tenerlo, él no.  Yo, cobarde, no dije nada aunque mi sentimiento estaba con Laura y mis ganas de que tuvieran al bebé se quedaron mudas ante los deseos de ese hombre egoísta que era mi hijo.
Sí, callé.
Ahora miro el cuerpo sin vida de Laura y sé el nombre de su asesino. Me escabullo hasta el portal de mi casa y subo las escaleras apenas sin respirar. Al entrar en el piso el silencio me recibe, y aunque la habitación de Simón está cerrada sé que mi hijo se esconde en su interior. Puedo oler el miedo saliendo por debajo de la puerta.
Si hay alguien a quien he amado ha sido a Simón. Si él desaparece yo me diluiré en la nada, dejaré de existir. Debería protegerlo, mi hijo es todo para mí.
Entonces pienso en Laura y en el bebé que nunca conoceré. Sé lo que tengo que hacer.
Miro por la ventana, la policía sigue en la calle.
Sin mirar atrás bajo en su busca.


lunes, 8 de mayo de 2017

Carta desde la ría



Relato seleccionado para el segundo libro de Vigo Histórico




Querida Isabel:
Hace ya varias jornadas que salimos de la ría de Vigo y nos adentramos en mar abierto, pero mis ojos no han podido olvidar la increíble puesta de sol que ofrece ese venturoso brazo de mar.  Tal vez, algún día, vuestros reales luceros puedan contemplarlo también.
Os transcribo estas líneas para que os quede manifiesto  lo mucho que anhelo veros de nuevo.  Demasiado, tal vez.
Son ya varios los días de travesía y ansío poder tocaros. Ya falta poco para ello. Pronto arribaré en nuestras aguas y cuando desembarque, obviaré a mi esposa e iré a buscaros.  Y lameré vuestro cuerpo para seguido poder penetraros con ansía.
Me río cuando algunas lenguas afirman que sois virgen. No se imaginan el ardor mostrado por vos bajo las sábanas de seda. Tampoco vuestra entrega a mi persona, a veces con sumisión, las más con pasión.  Me gusta tiraros de vuestros cabellos rojos y mancharos la piel, tan blanca, con mi saliva.
Gozáis.
Gritáis.
Y por el placer que os provoco  habéis  tenido a bien encumbrarme a lo máximo que un hombre como yo podía aspirar. Soy un héroe para vos. También para nuestro país. Para otros solo un pirata. Pero no me incumbe el nombre que se me quiera dar. He podido cumplir mi venganza contra los españoles y eso es más de lo que podía esperar cuando, siendo un muchacho de seis años, mi familia y yo tuvimos que huir de nuestro pueblo debido a la invasión de los católicos.
Y los españoles son católicos.
Me repugnan.
Eso, sumado a la humillación recibida por aquellos habitantes de la pequeña villa de Vigo, me enerva. En ese poblacho inmundo,  tan solo tomé prestado todo el ganado vacuno que pude y ellos, sin distinción de clases, edad o sexo, se defendieron de nosotros con tal bravura que tuvimos que huir, abandonando las reses.
Prometí volver.
Para vengarme.
Y así ha sido.
Gracias a vos he podido  cumplir mi venganza contra esos puercos españoles. Y es que vos, mi amada, habéis tenido a bien concederme patente de corso. A cambio, reparto mi botín con vos, pero sé que parte de él lo utilizáis para engrandecer el país y la corona.
Vuestra corana.  
Ha de saber, mi querida Isabel, que nuestras bodegas van llenas de tesoros. Pude darle su merecido a esos gallegos bastardos. ¿Podéis imaginar doscientas embarcaciones, ancladas en cadena, cubriendo las distancias entre las pequeñas poblaciones de Bouzas y Teis? ¿Podeis figuraros a  siete mil hombres prestos a desembarcar para derruir y saquear Vigo? Es, como ya sabéis, la localidad más desprotegida de la costa gallega.
 Sí, sé que podéis visualizarlo. 
Sois como yo.
Sanguinaria y cruel con vuestros enemigos.
Os  hubiera complacido ver como desembarcábamos en el arenal de Coia y en la parroquia de Teis, para así avanzar hacia un  Vigo desprovisto de fortificaciones y murallas. Era la situación perfecta para nuestros planes.
No había casi nadie en la villa, habían huido. Algún resistente quedaba, pero se iban batiendo en retirada, no sin antes dejar algún muerto de los nuestros. Poca cosa. Y entonces comenzó mi verdadera venganza.
Mis hombres quemaron un convento de monjas llamado Los Remedios. Después se cebaron con la iglesia de Santa María y los monasterios de San Francisco y Santa Marta. También el hospital de peregrinos fue sacrificado. El fuego, espeluznantemente hermoso, se extendió por la villa quemando más de doscientas casas.
El desquite estaba cobrado.
Una vieja pasó cerca de donde yo me encontraba y vaticinó mi muerte. Morirás de disentería, me dijo. Después, escupió en el suelo.
Meigas las llaman.
Brujas.
Si creyera en ellas, no se me antojaría una muerte cruel. Peor sería perecer en estas aguas, lejos de vos.
Reembarcamos  las tropas e izamos las velas para salir rumbo Norte. A casa.  Pero no contábamos con viento fuerte del sudoeste.  Dos de nuestros barcos, de vuestra armada, fueron arrastrados  hacia la costa norte de la ria y golpearon  las rocas  sin ninguna posibilidad de rescate. Los aldeanos de Cangas aprovecharon  para atacar e incendiaron los barcos, no sin antes rescatar algunos de los prisioneros  españoles  que llevábamos con nosotros.
Al día siguiente, el temporal seguía con fuerza y arrojó uno de nuestros barcos contra las islas Cies, quedando encallado.  Aunque este galeón no fue acosado, no hubo más remedio que vaciarlo de artillería y después incendiarlo.
Isabel, ya falta poco para avistar nuestras costas y aún no os he hablado del presente con el que quiero obsequiaros. Es la cabeza de un hidalgo de Coia que osó enfrentarnos. Al principio pusimos su testa en una pica y la cubrimos con una cabeza de cerdo. Después lo pensé mejor y la cubrí con una de ternera. Creí, que de esta manera, sería una pieza más acorde con vuestro salón de la Torre de Londres.
 Os gustará.
Pronto yaceremos juntos, mi Reina Buena, mi Reina Virgen.
Francis Drake.