El domingo mataron a cincuenta personas.
Y también, de alguna manera, mataron un poquito también a
mis amigos.
Jesús y Rubén.
César y Sergio.
Katy y Joana.
Antonio y Alejandro.
Eduardo y Marco.
Vergüenza.
Rabia.
Dolor.
De un mundo que se preocupa más de por “con quien te
acuestas” que de erradicar las injusticias. De un mundo que señala al “diferente”
con un dedo acusador, pero que baja la cabeza y se humilla ante quien lo
oprime. Ante quien dictamina quien es diferente.
Porque en Florida hay una ley que impide donar sangre a los homosexuales.
Porque que en muchos países de África se mata a los hombres o mujeres que aman
a las personas de su mismo sexo. O no los aman. Pero les gusta follar con
ellos.
¿Y qué?
¿A ti te importa?
A mí no.
A ti tampoco debería importante.
Porque fuera de la cama, hay personas que sufren, lloran, ríen.
Sueñan.
Porque lo que debería importarnos es lo importante.
Las personas.
Ellos. Nosotros.
Todos.
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