Mi madre desconocía que yo estaba al tanto de las idas y
venidas de un hombre con el que compartía el lecho. Intuía que ella prefería
mantenerme al margen de esa parte de su vida, así que cuando él venía yo subía
al desván. Desde allí los oía hablar, gemir y discutir.
A decir verdad no me importaba demasiado encerrarme en el
desván. Allí había juguetes esparcidos por el suelo y un telescopio. También
era el lugar donde vivía mi padre. Él me hablaba a través de la figura de un
hombre enorme construido en forja por mi abuelo, un afamado herrero. Decían que
mi padre nos había abandonado a mi madre y a mí cuando yo era apenas un niño,
pero nunca me lo había creído.
Era imposible.
Él me hablaba y consolaba. Otras veces me abrazaba. Pero
sobre todo tenía el poder de hacer que yo no me sintiera solo y abandonado. Yo
le quería.
Mucho.
Al igual que quería a mi madre. Sentía como propio el dolor
de ella que se reflejaba tan bien en su cara. Me dolían los golpes que recibía y que se manifestaban en los negrones
de sus ojos o en los morados de sus piernas y brazos.
Aquella mañana yo subí como siempre al desván. Pronto se
escucharon golpes y gritos desgarradores. Quise bajar, pero mi padre lo
impidió. Pronto vendrá la policía, me dijo. Cogí el telescopio y miré por la
ventana. Mi padre tenía razón. A lo
lejos pude distinguir una ambulancia y un coche policial. Supuse que los
vecinos los habían avisado.
Los dos vehículos pararon en la puerta de casa y sus
ocupantes entraron en la casa. Yo no me moví de la ventana y pude ver como
sacaban a mi madre en una camilla, cubierta con una sábana.
Esta mañana han vuelto a venir. He oído como subían las
escaleras que conducen al desván, así que he intentado esconderme detrás de un
estante, pero uno de ellos ha logrado ver mi cuerpo.
No quiero irme de aquí.
Prefiero esta tumba a la del cementerio.
Triste pero muy bonito. Las rejas protectoras de su padre. Beso
ResponderEliminarGracias por leerme y comentar, Lava.
EliminarUn abrazo.
prefiero estar preso entre mis miedos, que libre y abrazado, por el cálido dolor de su ausencia...
ResponderEliminarmuy bueno, y si que triste, pero la vida tiene estas aristas. Un abrazo
Pues yo creo que no hay que estar preso entre miedos, Eduardo, así no vamos a ningún lado.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti, compi.
!Qué bien escrito! Es perfecto como logras que nos llene de la intensidad de sentimientos que contiene. Triste y real. Un beso,
ResponderEliminarP.D.-(soy Larin)
¡Qué sorpresa más agradable mi querida Larín!
EliminarMe alegro que te haya gustado y espero que nos sigamos leyendo.
Un besito muy grande.
Es tan bonito como cierto...vivimos el dia s dia con muchos miedos. Una vez más, felicidades paisana. Besiños
EliminarLa verdad es que es lo que me inspiró la imagen, pero no lo había visto desde tu punto de vista. Y me gusta.
EliminarUn besico.
Qué bonito, pero qué triste y real.
ResponderEliminarMe has hecho pensar, la verdad es que el tema maltrato y niños es muy doloroso y si se dan los dos casos a la vez es sangrante e injusto.
Muy bien escrito.
Besos.
Gracias, Marigem.
EliminarPor desgracia, el matrato está a la orden del día. Y en niños es especialmente doloroso. Una pena.
Besito.
Textazo!!!!!! como siempre. Genial, Sue. Un besote.
ResponderEliminarJo, Fernando, eres un solete. Tú si que eres genial.
EliminarUn besico.