martes, 20 de octubre de 2015

¿Dónde estás, Antonio?

Me enamoré de Antonio nada más verlo. Su cara regordeta y su sonrisa de niño grande llenaron la pantalla de mi televisión haciendo invisible al resto de los tertulianos.
Después, habló.  Y lo que contó hizo que me estremeciera. Habló de su trabajo como periodista, de cómo arriesgaba su vida para que el mundo  conociera lo que es la guerra.
Y también quiso mostrarnos las absurdas tradiciones ancladas en el pasado que atentan contra lo más elemental del ser humano: su libertad.
A partir de entonces, comencé a leer sus reportajes.  Una de sus frases me llamó, más todavía, la atención: “Mientras me quede aire volveré a narrar el horror de la guerra”.
Entonces me enamoró todavía más. Por su valentía.  Y su coraje.
Después, leí que tres periodistas españoles habían desaparecido en Siria. Como de puntillas daban sus nombres. Uno de ellos era él.
Antonio Pampliega.
 Desde entonces buscó información sobre su paradero y el de sus compañeros.  Pero no encuentro nada.

Nada.

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