Mi madre tenía relaciones con un hombre. Intuía que ella prefería mantenerme al margen
de ello así qué, cuando él venía, yo subía al desván. Desde allí los oía
hablar, gemir y discutir.
No me importaba encerrarme en el desván porque era el lugar
en el que vivía mi padre. Decían que él nos había abandonado a mi madre
y a mí cuando yo era apenas un niño, pero
no era cierto.
Aquella mañana yo subí como siempre al desván. Pronto se
escucharon golpes y gritos. Quise bajar, pero mi padre me lo impidió. Pronto
vendrá la policía, me dijo. Miré por la
ventana y vi una ambulancia y un coche policial. Supuse que los vecinos los
habían avisado.
Los dos vehículos pararon en la puerta de casa y sus
ocupantes entraron. Yo no me moví de la ventana y pude ver como sacaban a mi
madre en una camilla, cubierta con una sábana.
Esta mañana han vuelto a venir. He oído como subían las
escaleras que conducen al desván, así que he intentado esconderme detrás de un
estante, pero uno de ellos ha logrado ver mi cuerpo.
No quiero irme de aquí.
Prefiero esta tumba a la del cementerio.
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